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jueves, 10 de febrero de 2011

Hijos víctimas de una separación o divorcio

En la mayoría de los casos, cuando una pareja se rompe afloran los recuerdos negativos y las situaciones que llevaron a tal situación.
Recuerdos cargados con rencor, ira, sufrimiento, vergüenza, desamor, desazón y un montón de sentimientos negativos invaden la mente de ambos integrantes.
Siempre teniendo la intención de buscar culpas para no chocar con una situación inevitable, que al no depender enteramente de uno o del otro sino de un conjunto de interacciones en el que se ve comprometido también el ámbito y la familia, se necesita para poder afrontar la ruptura y posterior reacomodamiento una sensación de superioridad con respecto tal realidad para enfrentar un "enemigo" mayor: el miedo.
Es claro que al culparse mutuamente se genera una reacción de confort en el sentido que el éxito de nuestra felicidad futura se obtiene sacando a quien tuvo la "culpa" de nuestra desgracia de la ecuación.
Hasta ahí estamos todos de acuerdo pero ¿qué pasa con las criaturas que quedan en medio de esta batalla de culpas? ¿Qué hacemos con la culpa que ellos generan hacia sí mismos intentando también defenderse del dolor?
Ahí surge el mayor de los inconvenientes, por lo general ambos padres están tan sumergidos en su propia desgracia que no se dan cuenta que los chicos necesitan un faro que los guíe.
Los nenes necesariamente toman partido por uno de sus padres a quien defenderán, tendrán que vivir con una nueva presencia en caso que la madre o el padre rehagan su vida y buscarle un lugar, una forma de catalogarlo, un sentimiento que le corresponda, etc.
El proceso psicológico que debe atravesar un niño cuando sus padres rompen la relación es largo pero hay algo que es seguro, es mejor que atraviesen una ruptura a tener que vivir siendo víctimas de abusos, de golpes, malos tratos.
Es fácil decir que no se intentó "salvar" un matrimonio cuando no se vive la violencia.
Hasta se llega a pensar que es merecida... La famosa frase "yo hice que me pegara", "Si yo no hubiera... él/ella no tendría que haber llegado a..." 
Y de todas formas la palabra salvar ya tiene connotaciones negativas por sí solas, cuando se está al borde de la muerte y se "supera" siempre trae secuelas.
Es muy difícil demostrar la violencia, generalmente quienes la imparten a la vista de todos es una persona dócil, trabajadora que no sale de la llamada "normalidad" pero dentro del seno familiar es otra cosa.
Cuando la violencia se torna física es vislumbrada por la gente como intolerable, pero dejan muchas veces de lado la violencia psicológica al no ser tan tangible y esa es precisamente la que marcará a los niños por el resto de sus días, que serán imposibles de borrar.
Por último hay que denunciar la violencia psicológica y física, ambas son extremadamente peligrosas, no deben sentir vergüenza ya que hay más víctimas de las que se imaginan, no le hagan caso a quienes no están en la misma situación, busquen ayuda profesional tanto para sus hijos como para ustedes, dejen todo en manos de psicólogos y abogados porque ellos van a saber aconsejarlos.

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